domingo, 3 de julio de 2016

Las nadas invisibles


Corren, corren, corren por la andanada del si y por las curvas de los noes, una mayoría ciudadana sigue a las gentes invisibles, que huyen de las estadísticas televisivas, para coaccionarles y convencerlos a base de guisos con ajo bien machacado, gusto de la madera de los morteros, corren tras ellos, con las esposas escondidas y con los bolsillos llenos de papeletas, en el de la camisa, algún que otro, luce, como rosa, una raja de chorizo, y así, a grito pelao, entonan himnos con la intención de devolverles la cordura, que es una clase de locura muy patria y coloreada.

En sus baluartes llevan coronas hechas de estiércol. Brillan, como la patena, sus preciadas figuras de ostentación. No dejan descanso, ni hueco limpio, ni libre, en su campaña de contaminación visual, para imponer mediante el dialogo, con el consenso de derrochar más y más papel. Una nada, en la esquina, se limpia el culo con uno de los gruesos carteles haciendo un collage digno de colgarse en galerías del mejor arte moderno y pagado, pero, a ella se le queda la sensación de que más que limpiar a ensuciado su bella posadera con la mirada beata y clásica del debutante.

En otra esquina, una invisible apoya la espalda agobiada; el peso del mundo o el aturdimiento de los comentarios, que mojan churros en el café con el movimiento autómata de quien ya no se preocupa de lo que come, alucinados sin pestañear, de quienes han sido hipnotizados a base de bombardeos fagocitados de imágenes. Siendo nadie dejaron de serio,y se convirtieron en mayoría sin darse cuenta; y mareada por la carrera contra la muerte, la persiguen para que firme las peticiones del atomismo del encierro obligado y la compra compulsiva.

Mientras, los convencidos siervos de la pompa y la publicidad brindan por la ultima noticia, una sangría que convencerá a algunas invisibles dudosas que ya han dejado de reír y de escupir contra ellos, pero también están otras, ellas que todos los día se atreven a vivir, siendo nada y siendo lo que les da la gana, en la medida que pueden saltar todas la barreras, atletas inconformistas de fondo, de todo dudan y todo cuestionan, saben que la mayoría son nadies, aunque una vez cada pocos años les llamen y se olviden de que el resto cuentan nada, y así siguen sus días intentando llenar sus vacíos físicos y patafisicos con mayor o peor fortuna, pero que a pesar de la mayoría siguen buscándose y encontrándose en un gran ciclo de relaciones que van dejando semillas en las grietas del asfalto y en los surcos de los campos.

Solo hay una minoría de la mayoría que nunca son nadie porque siempre son alguien, alguien en imagen y verborrea fenomenista que intenta dar una imagen de felicidad y de libertad estercolada en el básico entretenimiento del aburrimiento de las gentes, las gentes que son nadas o nadie.

No pueden etiquetarse, pues de tanto bailar, correr y saltar se les caen todas las etiquetas. Las nadie no son mayoría, ni si quiera minoría porque no son nada, no tienen uniformes e iguales palabras, unas veces actúan unas y a otras les puede la pereza y esperan, piensan, sueñan. Pero contarlas en plural es una injusticia en si misma pues a pesar de que todas comen, mean, cagan y duermen cada nadie es y no es, unas veces viven y otras mueren, o aciertan o cometen errores o todo lo demás, lo de entreactos, la siesta, las sabanas que se mueven sobre uno, dos o varios cuerpos, todo sea por compartir cama, y olvidan, recuerdan,disfrutan, sufren... sienten y, a veces, van a la acción.

Pero estábamos en una carrera de papeletas y aquí todas, las que no se han convertido en porcentajes de gráficos responden o... no. Unas se visten de letras mayúsculas y hacen campaña del No a las jaulas del papel también mayúsculo , otras charlan, charlan, debaten, discuten. Y hay algunas, invisibles, las peores para alguien, que se van al campo a asar patas y no hacen nada, solo asan papas, despúes de largas caminatas donde buscan otras huellas borradas.

Las mayorías y minorías dicen que las nadas no hacen nada, pero claro es que a ellas eso de que las encierren en un gráfico como si de repente contaran algo o fueran alguien, pues, no les sirve, siempre son invisibles, solo sirve a las imágenes de los alguien que no les interesa y que no les dejan actuar , si no que se empeñan en que sean por tener lo que tienen o por lo que nunca tendrán, así que debe ser algo así como ser menos que nada, que es una absurdez en si misma.

En la absurdez misma de sentirse nada se llenan en la posibilidad de pintarse en un todo, algo que a las invisibles parece muy místico, se agarran a los bordillo porque son conscientes de que en cualquier momento pueden salir volando, desafiando toda ley fisica. Por eso siguen, para desafiar leyes, desobedeciendo. Unas, de repente, se sienten numero, cosa o múltiples x, iguales y desiguales, imperfectas para la ciencia del canon, perfectas para el desarrollo de una ecuación que se soluciona en un numero infinito de posibles respuestas, todas falsas y verdaderas, en la patafisica, en la excepción.

En el momento explotan neuronas que se expanden en el infinito finito universo y esperan sujetas a las materiales colas del paro.
Un martillo en cada mano persigue la urna de las encuestas programadas de las leyes, del porcentaje gestor objetivo, de la mirilla del rifle que apunta a sus cabezas y destroza el futuro de la bola de cristal o de la urna de plástico que transparenta en la opacidad de los siguientes acontecimientos que todas contemplan en el cómodo asiento del espectador, de puntillas se indignan, para que barba azul no se moleste en su escenario del control.

Noa anda por las calles, en su mochila unos sprais la acompañan, lleva la cabeza cubierta por la capucha de su sudadera, nota el frescor de la noche en la cara, el silencio de las almas acostadas, la compañía del leve ruido de sus pasos. Busca muros que acojan sus dibujos, efímeros, anónimos.

Nui ha quedado con Nao en el barrio, allí se contarán sus comunes derrotas, sus intensos desvelos y sus incasable anhelos. Escucharan poemas mecidos con guitarras y baterías subterráneas, beberán el néctar de las antihéroes. Ellas se saben agredidas, obligadas, desgajadas en el regalo involuntario de su fuerza. Y reirán, reirán con la certeza de que se trata de un terrible sentido del humor colectivo, un humor con demasiadas sombras.

En un abrazo se comprenden, anónimas, en una mirada se reconocen comunes, en cada acto se reafirman movimiento, presentes, del No hacen su propuesta, no hay alternativas a la destrucción de las gentes, dicen no, a verse como un negativo sin rebelar y por ello se rebelan ante el aburrimiento, ante la pasividad y abriendo las ventanas lanza sus escudos para acogerse en el camino que lleva a la acción.
Vuelven de puntillas y taconeando sobre su cabeza destruyen el cómodo sueño de barba azul.

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