sábado, 28 de mayo de 2016

Huele a café recién hecho

Huele a café recién hecho, el olor de los granos de café ascienden por las fosas nasales, Ina sale, envuelta en su albornoz azul, del baño, se sienta curvada en la mesa de la cocina, sirve el café humeante en la taza, el calor calienta sus manos. Distraída, observa por la ventana, las luces de las farolas aún siguen encendidas, apenas a dormido dos horas pero tiene el animo despierto y alerta, se siente demasiado bien para la cantidad de alcohol que injirió.

Recuerda...

....vagamente la noche, la borrachera, el ansia al alzar el vaso hacia sus labios, el
adormecimiento de la actividad de las neuronas, el sopor placentero, pero no recuerda lo más importante- ¿Cómo llego a casa? ¿Qué caminos recorrió? ¿ Alguien la acompaño? ¿Se cruzo con otras habitantes, de la noche, que huyen de sus sueños?

Nada, no se acuerda de nada.

A las nueve menos cuarto está en la puerta del instituto, le toca clase de dibujo artístico. No tiene ninguna gana de aguantar a los vanidosos debutantes de galería, tiene ganas de coger y rajar los oleos de aquellos que apuntan una creatividad que no se merecen , dibujan como si se tratará de respiran y ,lo peor de todo, es que crean buenas obras. Será, el impulso hormonal de la adolescencia, el sexo recién destapado , la curiosidad desafiante y el descubrimiento de las mentiras de sus progenitores, aquello que rebela e inspira.

En fin, siempre puede tiran del dibujo libre y dedicarse a intentar recordar la noche anterior.

Resopla, dentro de dos meses acabará su suplencia, así que poco tiene que preocuparse, antes se implicaba en cada sustitución, un trabajo siempre inacabado, que otros retomarían o desecharían, del cual nunca sabría el resultado.

Entra en la clase , como siempre, huele el ambiente de la hormonas, ve el color de las
sonrisas enamoradas, escucha los ojos de la curiosidad y el deseo. La deprimen
soberanamente, echa de menos la vitalidad de sus días de estudiante, la prisa por aprender, el amor a los grandes y narcisistas artistas encerrados en los museos, la frescura de un lienzo en blanco, que sería llenado de sus anhelos y frustraciones.

La deprimen, en su coraje adolescente, envidia su fe en el cumplimiento de sus sueños y en la ausencia de fracasos.

La clase transcurre sin incidentes, dibujan, les encanta cuando les deja libres, tienen tanto que dar, siente la libertad de su edad, abren sus posibilidades expresivas, transluce su necesidad de diferenciación y de identidad. Ella se ríe por dentro ya sabe lo que les espera, se ríe porque los odia y le complace saber del futuro vació, del lienzo en blanco y de las búsquedas de escaparates ya copados por la multitud de los hijos de millonarios talonarios.

La clase termina rápido entre el ensueño de las pesadillas cercanas de los artistas que serán abocados a dar clase a las nuevas aspiraciones creativas y que terminarán en las colectivas aspiraciones del retrete.

Camina por el pasillo aletargada, una palmada en el hombro la despierta del ensueño, al darse la vuelta un escalofrío recorre su espalda.

- ¿ Que te pasa hoy?
- Nada, no me pasa absolutamente nada- dice ella, esperando que la deje tranquila, no le apetece tener que explicar sus desordenadas emociones y menos a su compañero. Él siempre optimista, el siempre alegre, el suertudo de tener una plaza fija, un futuro tranquilo y aburrido, un aburrimiento que ella envidia.

- No se, tienes el feo subido, jajaja - y vuelve a darle un manotazo estabilizador.

- Será porque hoy no me he tomado las vitaminas- intenta hacerle una mueca parecida a una sonrisa que ella misma nota falsa.

- Bueno, bueno, veo que hoy no estás para bromas, si te apetece aquí tienes a un amigo que sabe dar los peores consejos del mundo- dice sonriente-

-Ok, lo tendré en cuenta, pero ahora de lo que tengo ganas es de tomarme un café y de marchar a casa, otro día te cuento- dice ella tajante convencida en haber dejado claro que no quiere compañía.

No, hoy no le apetece sacar sus mierdas delante de nadie.
Salé del edificio después de tomarse ese revitalizador café, con lo bien que se había
despertado, quizás, rumiaba, -no sirva para dar clase, está claro que cuando entro en la clase me deprimo-, quizás, se dice - sea una envidiosa congénita, amargada en una juventud pasada, en un tiempo que ya pereció, de ese vitalismo, necesito una salida, pero...
 ¿ Una salida a dónde?

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