Sorda, mantiene los ojos cerrados, un martilleo constante tiembla en el interior de las entrañas, ahogada, bucea en la angustia de un miedo ancestral, el se agarra con fuerza al estomago y le corta el apetito, equivocarse, no se lo permite, le araña e inmoviliza.
Bajo la almohada el sueño se entierra entre plumas sintéticas, duerme, se despreocupa de culpas irreales, que alguien le impuso para que se creyera a merced de juicio ajeno, por intentarlo, por querer cuestionar la inmovilidad en su zona segura, en su fantasía del "todo controlado".
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